Rangún AFP
El régimen militar birmano reprimió este jueves por segundo día consecutivo las multitudinarias protestas en favor de la democracia, con un saldo de nueve muertos, aunque la presión internacional obligó a los generales a aceptar la visita de un enviado especial de la ONU. Como mínimo 50.000 personas, muchos de ellos jóvenes y estudiantes, salieron a las calles de Rangún con gritos y cánticos, sin dejarse intimidar por los cinco muertos y los centenares de heridos y detenidos de la jornada anterior. Sin embargo, los soldados y policías birmanos utilizaron sus armas de nuevo y provocaron el pánico de los manifestantes, que a pesar de ello no dejaron de desfilar por las calles durante al menos seis horas. La televisión nacional, controlada por la junta militar, aseguró que “los manifestantes lanzaron ladrillos, palos y cuchillos contra las fuerzas de seguridad, que no tuvieron otra opción que realizar disparos de advertencia”.
Un camarógrafo japonés de la agencia de prensa nipona APF, Kenji Nagai, de 50 años, murió de un disparo, informó una fuente oficial en un hospital birmano. Las protestas y condenas internacionales volvieron a llover contra la junta militar, que gobierna con mano de hierro Birmania desde hace 45 años. Ante la presión internacional, el régimen aceptó recibir la visita de un enviado especial de la ONU, Ibrahim Gambari. El presidente estadounidense George W. Bush, anunció nuevas sanciones contra 14 responsables birmanos, y pidió al mundo que renueve la presión sobre los generales. Bush pidió en particular a China, que por el momento sólo ha pedido a Birmania “moderación”, que use su influencia en la región para lograr una transición pacífica a la democracia en el país. En 1988, la represión de protestas similares acabaron con un saldo de al menos 3.000 muertos.
Al iniciarse el día, una inmensa multitud se había reunido de nuevo en torno a la pagoda Sule. “Les damos 10 minutos. Si no se van, emplearemos medidas extremas”, gritaron los soldados a través de megáfonos. Poco después, por lo menos 100 personas habían sido detenidas y obligadas a subir a camiones militares, mientras los otros manifestantes huían corriendo por las calles del centro, explicaron los testigos. Los jóvenes, acompañados por unos 20 monjes budistas, cantaron el himno nacional birmano mientras encaraban a decenas de policías y soldados armados que les impedían el paso, afirmaron los testigos. En el este de Rangún las fuerzas de seguridad se enfrentaron con los manifestantes en por lo menos tres lugares diferentes, cuando cientos de personas habían acudido a proteger a los monjes budistas a los que la policía estaba deteniendo, declararon los testigos a la AFP.
Seis camiones de policía repletos de bonzos detenidos partieron de un monasterio en el barrio de Iankin, según los testigos, en lo que parecía ser un intento de evitar nuevas protestas impidiendo que los monjes acudiesen al centro de Rangún. También la pagoda Shwedagon, el principal templo del país, había sido acordonada. La mayor parte de comercios y oficinas cerraron sus puertas. Además de los monjes budistas, la autoridades birmanas detuvieron durante la noche a dos altos responsables de la Liga Nacional por la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi.
Ambas personalidades, Hla Pe y Myint Thein, fueron detenidas en sus domicilios, precisó a la AFP un responsable del partido en Rangún. Según fuentes diplomáticas británicas, hay evidencias de que muchos monjes que fueron sacados de un monasterio fueron “brutalmente apaleados” y dejaron en el suelo grandes rastros de sangre. Los ministros de Relaciones Exteriores de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (Asean, por sus siglas en inglés) exigieron que la junta militar birmana “cese inmediatamente” la violencia.
viernes, 28 de septiembre de 2007
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