Luis Ugalde El Nacional
En esta batalla propagandística para meternos, sin protesta ni pensamiento, en el corral totalitario, se busca agua bendita para legitimarse afirmando con "Jesucristo socialista".
¿Fue Jesucristo socialista? La primera respuesta, obviamente, es no. Como si nos preguntaran si Jesús de Nazaret fue aviador; no había ni aviones ni aviadores. Más allá de los sueños humanos y utopías comunistas (Platón incluido), el socialismo en serio se plantea en el siglo XIX, se experimenta profundamente en el XX y se le toma examen en las últimas décadas de éste.
Ahora no podemos confundir sueños idealistas, sino evaluar realidades, costos y resultados humanos; también en Cuba. Todo socialismo buscó una propuesta de organización social, de economía, de Estado, de leyes e instituciones para producir idealmente una sociedad libre de la miseria y de la escasez, de la dominación política, y de la división social y exclusión. Nada de eso trató Jesús, ni estudió para ello ni elaboró propuestas. No fue gobernante, ni legislador ni guerrero, como sí fueron Moisés y Mahoma, por ejemplo. Jesús con su vida y enseñanza fue un maestro espiritual, reveló que Dios Padre es Amor, que Él es la máxima expresión en la tierra de ese amor y que su Espíritu, aceptado por nosotros, nos lleva a ser hermanos. Jesús dio su vida por esa Verdad y por nosotros y se constituyó en Camino de humanidad. Enseñó y practicó, empezando por leprosos, pobres y excluidos, que nada hay más grande en la tierra que la persona humana. Invitó al "levántate y camina", a la conversión y a la responsabilidad personal. Todo lo demás es un medio al servicio de la dignidad humana.
Algunas de sus enseñanzas sobre el misterio humano-divino tienen consecuencias importantísimas en el ordenamiento sociopolítico del mundo. Básicamente se refieren al hecho de que el hombre crea absolutos opresores de los que hay que liberarse: religiosos, económicos y políticos, o los tres juntos: "No es el hombre (hombres y mujeres) para el sábado, sino el sábado para el hombre". Esto va contra las formas opresoras de vivir y de imponer la religión. No va en contra de ésta o aquella religión, sino de las desviaciones de todas. "Nadie puede servir a dos señores, a Dios y a la riqueza". Todas las personas necesitan bienes de la tierra para su vida humana. Pero el hombre tiende a convertir estos instrumentos necesarios en absolutos, en cuyos altares se ofrendan sacrificios humanos en pleno siglo XX y XXI. "Los señores de este mundo oprimen a los súbditos", los aplastan y esclavizan para reforzar su poder. Los seguidores de Jesús deben usar el poder para servir, liberar y dar vida. Ni este mundo ni sus reinos son el absoluto; sólo Dios-Amor lo es y afirma a la persona humana como absoluto, contra toda instrumentalización.
Somos los humanos los que combinando esa sabiduría y liberación interior (que sí brinda Jesús) y con los conocimientos, avances científicos, tecnológicos, productivos, organizativos (que no enseña el Evangelio), los que organizamos las sociedades, las evaluamos y corregimos.
Muchos criminales y dictadores en la historia trataron de legitimar sus fechorías invocando el cristianismo. Muchos emperadores se hicieron venerar como hijos únicos de Dios. Hoy el Espíritu liberador de Jesucristo en los cristianos apunta hacia la socialización o generalización de los bienes y libertades para todos y cada uno de los humanos. Por eso el cristiano es crítico de toda sociedad que produce miseria, excluidos y oprimidos; se llame Venezuela, Zimbabue, Estados Unidos o Cuba. En consecuencia, hoy y aquí, el cristiano debe buscar una sociedad de democracia social (con los dos elementos) con una economía e instituciones que combinen el estímulo y la iniciativa de cada uno con la solidaridad, para que todos tengan oportunidad efectiva para su libre dignidad de productores y beneficiarios de lo producido.
El Evangelio no es para aprender medicina, ni economía, ni derecho ni política, pero sí para conocer y liberar el corazón humano, iluminar el discernimiento humanizador en la construcción de sociedades más libres y justas, y utilicemos los conocimientos y desarrollos instrumentales para liberar y no para oprimir.
Jesucristo no fue socialista; pero los cristianos pueden serlo, si responsablemente escogen y luchan por construir sistemas sociopolíticos y económicos (siempre imperfectos y limitados) que a su juicio ayuden mejor a salir de la escasez y de la miseria y a crear instituciones que permitan el desarrollo integral de la persona humana en libertad y justicia.
Canonizar y sacralizar medio siglo de dictadura, transformar propagandísticamente un infierno en paraíso, sin evaluar crudamente sus efectos reales es inhumano y reaccionario.
Vendernos la dictadura cubana como "mar de la felicidad" es una falta de respeto a nuestra inteligencia, sentido común y dignidad.
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