jueves, 5 de julio de 2007

La Virgen de Coromoto y el principio del fín

Carlos Vicente Torrealba /La Razón

El no reconocer que algo anda mal, no quiere decir que todo este
bien, más cuando el gobierno nacional se ha quedado atrapado en un
círculo vicioso de orden y contraorden que expresa sólo una cosa, el
grado de desorden.

No se si es una nueva política o es que los aduladores la han
instituido como tal. A esa descalificación "per se" que toca hasta
los mas connotados aspirantes a miembros de lo que pudiera ser el
PSUV, que por cierto, posee un futuro tan incierto como el de un
gobierno que se enreda con sus propios pies, aunque muy hábil para
caerle a patadas a los socios más costosos que ha conseguido tener y
que han disfrutado más de nuestro erario público que los millones de
venezolanos que deambulan huérfanos de patria.

Duele admitir que nuestra nación sea tan pobre que no sepa que hacer
con nuestra riqueza, excepto botarla, malbaratarla, regalarla o, peor
aun, destruirla. Y es que esta semana pasará a la historia debido a
la orden del Ministro de PDVSA que, como en un suicidio ritualista,
manda a cambiarle el nombre a la clínica Virgen de Coromoto y quitar
la hermosa escultura de la patrona de Venezuela, para poner en
homenaje el nombre de un médico extranjero, que de cirujano termino
como saca muela en Centro América, y su trabajo en el leprocomio en
Venezuela fue tan malo que hasta los pacientes se quejaron de él. Y
es que no hay que ser socialista para valorizar al pobre guerrillero
abandonado por Fidel y entregado a los Rangers, por la misma
izquierda que él defendía en Bolivia.

Lo que jamás me imagine es que un hospital en mi país, que ha parido
a grandes sabios de la medicina seria puesto estos a un lado, como
siempre, para que un grupúsculo de aduladores desmedidos y
analfabetas funcionales de nuestra historia y cultura, bauticen un
hospital con el nombre de un guerrillero que fue pésimo medico… pero
un excelente verdugo.

Estos son apenas síntomas de que estamos llegando al principio del
fin de una era de grandes contradicciones. O recapitulamos y nos
volvemos más humildes o todo aquello por lo que hemos luchado se
perderá en el fango de la soberbia, gracias a un puñados de
aduladores que aplauden como focas en un circo esperando que le
zumben su recompensa, ya que ellos no pueden saciar su avaricia.

Le pido a mi patrona la Virgen de Coromoto, la humillada hoy, que yo
su siervo no sea un pedejo más del siglo XXI

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