Reafirmamos: El derecho a la propiedad privada se origina en la libertad del hombre y reposa en ella. Por tanto, la abolición de la propiedad particular implica la negación de la misma libertad del hombre.
Cada hombre, impulsado por el legítimo afán de superación, procura proveer a sus necesidades personales y familiares, beneficiando así a todo el cuerpo social. El amor a sí mismo y a la familia está en armonía con el amor a la patria y al género humano.
Conculcar el derecho a la propiedad supone opresión para los individuos porque ataca la libertad y todos los demás derechos individuales quedan sometidos al arbitrio despótico del Estado. Suprimir la iniciativa particular genera la tiranía política.
Por fundarse en la naturaleza humana, el derecho a la propiedad posee validez universal. La legitimidad de la propiedad, extendida inclusive a los bienes de producción, debe ser reconocida en todo tiempo y lugar. Nada de lo que aquí se sostiene contradice la función social del derecho de propiedad que, como todo derecho, obviamente posee; pero no puede aceptarse que esa función social sea concebida de modo tal que sirva de pretexto para extinguir el mismo derecho.
Marx y Engels, en el "Manifiesto Comunista", afirman:
"Podemos resumir nuestra doctrina con esta proposición:
abolición de la propiedad privada".
En vez de admitir que el hombre constituye una realidad espiritual, un fin en sí mismo, un agente libre y responsable, sujeto de derechos inalienables; la persona es considerada por el marxileninismo como un medio o un simple instrumento al servicio de fines supraindividuales. Así, el individuo existe sólo para la sociedad y debe producir para la colectividad.
Quienes nos oponemos a la antinatural e injusta doctrina marxileninista debemos tener bien presente la legitimidad del derecho de propiedad, de la libre iniciativa, del lucro y del principio de subsidiariedad.
El hombre debe ser valorado en su dignidad plena y jamás deberá admitirse que sea convertido en instrumento al servicio del Estado.
La estatización de la economía y el desconocimiento de la fecundidad propia de la libre iniciativa particular arruina la producción y conduce inexorablemente a la miseria. Para confirmar la veracidad de esta afirmación, están a la vista los diversos ejemplos de fracaso estrepitoso de los regímenes socialistas, desde los países de Europa oriental hasta la actual Cuba castrista.
El desarrollo integral sólo es viable en un régimen basado en la plena vigencia del derecho de propiedad privada. Hoy, la excesiva intervención del estado y la estructura sindical marxileninista asfixian la economía e impiden superar las barreras del subdesarrollo.
Frente a la injusta concepción transpersonalista del marxileninismo, que desemboca en un totalitarismo liberticida, es preciso reafirmar que el Estado debe cumplir subsidiariamente únicamente aquellas funciones que excedan las fuerzas de las personas particulares y de las asociaciones privadas. Exorbitar las funciones del Estado y asfixiar la actividad particular supone la violación de derechos y ello, además de lesionar la justicia, atenta contra el bien común.-
Prof. Alexander TORRES MEGA - Dir. Resp. de FLASHESCulturales
E mail: Flashes@adinet.com.uy
miércoles, 24 de enero de 2007
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