La democracia no es fácil. Requiere ciudadanía muy avanzada. Supone compromiso vitalicio y siempre planteará desafíos. La democracia exige oficio en lo pequeño y lo cotidiano, en lo grandioso y en lo magno. La democracia te dirá que si quieres libertad tendrás que hacerla parte de ti, educarte en ella y para ella, ganártela. La democracia es un reto a la madurez de quienes gobiernan, de quienes legislan, de quienes administran justicia, de quienes han sido encomendados con la tarea de gerenciar un (libre, transparente e imparcial) sistema electoral, y en suma de todos los que están en el poder. Uno sospecha que los ciudadanos saben de democracia, en tanto que los gobernantes, magistrados, legisladores, gerentes electorales… hum… discutible.
Venezuela no es fácil. Nunca lo ha sido, ni lo será. Nació bajo la mantilla de la rebeldía, y no ha dejado de ser rebelde. Los mandatarios, ministros, magistrados y legisladores tienen que entender y aceptar que son representantes de la soberanía popular, no son dueños de ella. Deben entender que los dueños no van a capitular y van a defender su soberanía sin violencia, pero con pasión. ¿Quieren los que están en el poder izar el estandarte de la soberanía e independencia? Bien, entonces comprendan que el símbolo de la patria no es tan sólo una bandera tricolor con ocho estrellas y un escudo. El símbolo es todo lo que los ciudadanos llevamos tatuado en el alma, que mostramos a la vista de propios y extraños, que defendemos, incluso al voltear la bandera, haciendo uso del derecho a decir en lenguaje universal que Venezuela está en problemas. Eso significa la bandera al revés, un mensaje, un S.O.S. No es irrespeto, como algunos pretenden vendernos con su discurso patriotero que ni moja ni empapa. Es, al contrario, un gesto de solidaridad y de alianza con esa bandera y con ese país que la ha adoptado como marca de ciudadanía, un grito silencioso para decir que la nación está en aprietos. Este gesto, sépase, no lo inventaron los venezolanos escuálidos, ni los gringos imperialistas, ni los europeos que salen en Hola; no lo inventó la CIA ni el Departamento de Estado de EEUU. Data de tiempos de los fenicios. Es más viejo que la hora. Es una señal visual de alerta, de peligro, de socorro. Nunca una burla.
Recurro a mi memoria, y cito algo de lo reciente, sin orden cronológico. Cuando el secuestro del Andrea Doria en 1953, sus tripulantes lograron escabullirse y colocar la bandera al revés, para poner en aviso a los barcos en la vecindad de su estado de tribulación. Igual los franceses cuando la invasión nazi en 1940 y los checoslovacos cuando llegaron las fuerzas soviéticas en 1968. También los chilenos cuando el ataque a La Moneda en 1973, los republicanos españoles ante el ataque de las fuerzas franquistas en la Guerra Civil Española y los argentinos cuando los sucesos de Córdoba de 1918. También en Colombia cuando el asesinato de Gaitán, los atletas israelíes cuando la masacre de Munich en 1972 y los mexicanos cuando las protestas de Chiapas de los años 90. Y así podría llenar páginas con ejemplos. Sería bueno que quienes están en el poder investiguen, estudien, antes de salir a pontificar sobre libertad, ciudadanía y patriotismo.
Un país, una patria, por Dios, no es una bandera. Tampoco un escudo, un himno o un juramento ante un árbol. Ni una guayabera, una boina y una consigna propagandística. No es la extensión de un hombre pasajeramente en el poder. La patria es el tejido plural de los principios, valores, convicciones y sueños de sus ciudadanos, y se tiene patria cuando se está dispuesto a trabajar y luchar por ellos. Los venezolanos decidieron hacerlo con las armas de la paz, muy diferente al gobierno, que repleta las “santabárbaras” de pertrechos y exhibe su discurso cuartelario para por esa vía asustar a la gente e imponer poder y control. Ah, pero la democracia no es poder ni cadenas, es autoridad; es respetar y ganarse el respeto, no el susto. Este gobierno tiene pertrechos para la violencia, pero sus “santabárbaras” están vacías de utensilios para la paz y el progreso. No comprende el Estado que el puño cerrado imposibilita un buen apretón de manos. Es claro que la imposición esconde temor. Al fin y al cabo, la violencia no es más que el miedo a los ideales de los demás. Cada día queda más patente que la violencia es un error, un error que no se convierte en verdad porque en Miraflores se crea en él y se le patrocine.
Este gobierno cree que la primera persona del singular del verbo gobernar es “yo te prohíbo”. Escucho al Diputado Darío Vivas proponer una reforma de la Ley de Símbolos Patrios, que busca penalizar actos como el voltear la bandera, tornándolo en un acto punible. Pocas cosas tan antidemocráticas como usar la arquitectura legal para volver justo lo que no lo es, y dar rienda suelta al pecaminoso ejercicio de la criminalizació n. El Tercer Reich hizo cientos de leyes que legalizaron la segregación, la persecución étnica y religiosa, la eutanasia, el genocidio y un sinnúmero de actos infames. Legalizó lo criminal. Igual ocurrió en la Sudáfrica del Apartheid y en la Turquía que persiguió a los armenios. Casos como tales abundan en la historia universal, a cual más perverso y canallesco. Las leyes se hacen, Diputado, para hacer cada vez más libres a los ciudadanos, no para hacerlos esclavos con grillos en la conciencia. Su propuesta remeda, ¿sabe qué?, planteamientos repulsivos como los hechos por McCarthy, Nixon, Wallace y varios otros cuyos actos e ideas no son precisamente páginas enaltecedoras de la libertad y la democracia. La libertad, sépalo, es un derecho irrenunciable. El respeto, un deber inevitable. Sólo los miopes y présbitas ideológicos niegan el magno valor de las libertades ciudadanas. Y sobre este tema, Diputado, lo reto a debatir públicamente. Lo reto como venezolana, que soy, y como legislador, que soy.
Seguiremos en la lucha, en sana y democrática paz. Y si algunos ciudadanos voltean la bandera, en lugar de responderles con insultos, reformas anti-natura, persecución y sanciones absurdas, acaso inventadas para sentir y convencer (se) que tienen concepto de Patria, pregúntense por qué voltean la bandera. Miren, escuchen. Quítense el cerumen ideológico que tapona sus oídos. Pónganse los lentes de la libertad, que con ellos se ve de lejos y de cerca. Pregunto: ¿realmente alguien puede creer que en medio de tanta lección magistral de los jóvenes estudiantes, semejante propuesta puede tener sabor a otra cosa que no sea legislación totalitaria castradora? Nadie, señor Diputado, nadie.
Marsmorb857@ cantv.net
Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo
Notitarde, 17 de junio de 2007
Venezuela no es fácil. Nunca lo ha sido, ni lo será. Nació bajo la mantilla de la rebeldía, y no ha dejado de ser rebelde. Los mandatarios, ministros, magistrados y legisladores tienen que entender y aceptar que son representantes de la soberanía popular, no son dueños de ella. Deben entender que los dueños no van a capitular y van a defender su soberanía sin violencia, pero con pasión. ¿Quieren los que están en el poder izar el estandarte de la soberanía e independencia? Bien, entonces comprendan que el símbolo de la patria no es tan sólo una bandera tricolor con ocho estrellas y un escudo. El símbolo es todo lo que los ciudadanos llevamos tatuado en el alma, que mostramos a la vista de propios y extraños, que defendemos, incluso al voltear la bandera, haciendo uso del derecho a decir en lenguaje universal que Venezuela está en problemas. Eso significa la bandera al revés, un mensaje, un S.O.S. No es irrespeto, como algunos pretenden vendernos con su discurso patriotero que ni moja ni empapa. Es, al contrario, un gesto de solidaridad y de alianza con esa bandera y con ese país que la ha adoptado como marca de ciudadanía, un grito silencioso para decir que la nación está en aprietos. Este gesto, sépase, no lo inventaron los venezolanos escuálidos, ni los gringos imperialistas, ni los europeos que salen en Hola; no lo inventó la CIA ni el Departamento de Estado de EEUU. Data de tiempos de los fenicios. Es más viejo que la hora. Es una señal visual de alerta, de peligro, de socorro. Nunca una burla.
Recurro a mi memoria, y cito algo de lo reciente, sin orden cronológico. Cuando el secuestro del Andrea Doria en 1953, sus tripulantes lograron escabullirse y colocar la bandera al revés, para poner en aviso a los barcos en la vecindad de su estado de tribulación. Igual los franceses cuando la invasión nazi en 1940 y los checoslovacos cuando llegaron las fuerzas soviéticas en 1968. También los chilenos cuando el ataque a La Moneda en 1973, los republicanos españoles ante el ataque de las fuerzas franquistas en la Guerra Civil Española y los argentinos cuando los sucesos de Córdoba de 1918. También en Colombia cuando el asesinato de Gaitán, los atletas israelíes cuando la masacre de Munich en 1972 y los mexicanos cuando las protestas de Chiapas de los años 90. Y así podría llenar páginas con ejemplos. Sería bueno que quienes están en el poder investiguen, estudien, antes de salir a pontificar sobre libertad, ciudadanía y patriotismo.
Un país, una patria, por Dios, no es una bandera. Tampoco un escudo, un himno o un juramento ante un árbol. Ni una guayabera, una boina y una consigna propagandística. No es la extensión de un hombre pasajeramente en el poder. La patria es el tejido plural de los principios, valores, convicciones y sueños de sus ciudadanos, y se tiene patria cuando se está dispuesto a trabajar y luchar por ellos. Los venezolanos decidieron hacerlo con las armas de la paz, muy diferente al gobierno, que repleta las “santabárbaras” de pertrechos y exhibe su discurso cuartelario para por esa vía asustar a la gente e imponer poder y control. Ah, pero la democracia no es poder ni cadenas, es autoridad; es respetar y ganarse el respeto, no el susto. Este gobierno tiene pertrechos para la violencia, pero sus “santabárbaras” están vacías de utensilios para la paz y el progreso. No comprende el Estado que el puño cerrado imposibilita un buen apretón de manos. Es claro que la imposición esconde temor. Al fin y al cabo, la violencia no es más que el miedo a los ideales de los demás. Cada día queda más patente que la violencia es un error, un error que no se convierte en verdad porque en Miraflores se crea en él y se le patrocine.
Este gobierno cree que la primera persona del singular del verbo gobernar es “yo te prohíbo”. Escucho al Diputado Darío Vivas proponer una reforma de la Ley de Símbolos Patrios, que busca penalizar actos como el voltear la bandera, tornándolo en un acto punible. Pocas cosas tan antidemocráticas como usar la arquitectura legal para volver justo lo que no lo es, y dar rienda suelta al pecaminoso ejercicio de la criminalizació n. El Tercer Reich hizo cientos de leyes que legalizaron la segregación, la persecución étnica y religiosa, la eutanasia, el genocidio y un sinnúmero de actos infames. Legalizó lo criminal. Igual ocurrió en la Sudáfrica del Apartheid y en la Turquía que persiguió a los armenios. Casos como tales abundan en la historia universal, a cual más perverso y canallesco. Las leyes se hacen, Diputado, para hacer cada vez más libres a los ciudadanos, no para hacerlos esclavos con grillos en la conciencia. Su propuesta remeda, ¿sabe qué?, planteamientos repulsivos como los hechos por McCarthy, Nixon, Wallace y varios otros cuyos actos e ideas no son precisamente páginas enaltecedoras de la libertad y la democracia. La libertad, sépalo, es un derecho irrenunciable. El respeto, un deber inevitable. Sólo los miopes y présbitas ideológicos niegan el magno valor de las libertades ciudadanas. Y sobre este tema, Diputado, lo reto a debatir públicamente. Lo reto como venezolana, que soy, y como legislador, que soy.
Seguiremos en la lucha, en sana y democrática paz. Y si algunos ciudadanos voltean la bandera, en lugar de responderles con insultos, reformas anti-natura, persecución y sanciones absurdas, acaso inventadas para sentir y convencer (se) que tienen concepto de Patria, pregúntense por qué voltean la bandera. Miren, escuchen. Quítense el cerumen ideológico que tapona sus oídos. Pónganse los lentes de la libertad, que con ellos se ve de lejos y de cerca. Pregunto: ¿realmente alguien puede creer que en medio de tanta lección magistral de los jóvenes estudiantes, semejante propuesta puede tener sabor a otra cosa que no sea legislación totalitaria castradora? Nadie, señor Diputado, nadie.
Marsmorb857@ cantv.net
Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo
Notitarde, 17 de junio de 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario